miércoles, 10 de octubre de 2018

NOCHES DE MIEDO: LEYENDA "EL JINETE SIN CABEZA"


¡Hola a todos!


Hoy les traigo la segunda publicación de NOCHES DE MIEDO.


Existen muchas versiones del EL JINETE SIN CABEZA, como es el caso de la película de Tim Burton, la versión Disney o el relato escrito por Washington Irving, pero también existen las leyendas que cuentan las personas a los largos de los años en los diferentes partes del mundo y este es uno de esos casos.



“Leyenda. Narración popular que cuenta un hecho real o fabuloso adornado con elementos o maravillosos del folclore, que en su origen se transmite de forma oral.”



Esta leyenda sucede en México, principalmente en el municipio de Mexicali, una ciudad industrial.




Cuentan que en el Valle de Mexicali, un hombre ya viejo llamado Carmelo, tenía una parcela en la que sembraba algodón o trigo, según la temporada; su tierra la cuidaba como pocos lo hacían y tenía la costumbre de regarla durante la madrugada, ya que a esa hora las matas aprovechan más el agua.

Un día, como a eso de las cuatro de la mañana, dicen que escucho muy cerca el trote de un caballo, y aunque le pareció muy extraño que alguien anduviera por ahí a esas horas, sin voltear siquiera, pero con amabilidad, saludo:

-¡Buenos días!

Al no recibir respuesta, miro a sus espaldas, y cuál no sería su sorpresa al ver que no había nadie, aunque con Canelo, su perro, no dejaba de ladrar. Carmelo nunca se había creído esas cosas de los espantos, y de hecho hacia burla de ello cuando alguien le contaba algo de eso; sin embargo, esa vez el miedo le ganó. Trato de calmase y se fue para su casa. Todo el día lo paso muy inquieto. A la hora de la comida le platico a su mujer lo ocurrido, pero ella no le creyó.

Pasaron los días y nada extraño volvió a escuchar por los rumbos de la parcela. Pero un lunes muy temprano que salió acompañado de Canelo, al momento de subir a su troca se dio cuenta de que había olvidado su almuerzo. De regreso a casa se topó con un caballo que desbocado corría sin freno hacia él, lo que le hizo detuviese en seco, pues noto que el animal galopaba sin tocar el piso y se dirigía justo hacia él, y cuando sintió que casi lo tenía encima ¡este desapareció!

Carmelo trago saliva y quedo paralizado en el lugar durante un buen rato; todavía tembloroso entro a su casa, se recostó en su cama y se quedó dormido.

A medio día su señora lo despertó:

-Carmelo, levante a comer. ¿Qué tienes? ¡Mira nada más que pálido te has puesto!
-Es que me paso una cosa bien fea que me dejo temblando todito y ya no quise ir a la parcela –dijo, para después contarle lo de la aparición del caballo.
Al escuchar a su marido, la señora se persigno porque le dio mucho miedo, y al ver que se dirigía hacia fuera le dio sobresaltada:
-¡No vayas alla, te puede suceder algo malo!

Su marido no le hizo caso y una vez que terminaron de comer se subió a la troca y se fue. Al llegar, dio unos pasos y se paró bajo un árbol frondoso. La tarde era tibia y el recibía en su rostro los últimos rayos del sol, cuando a su espalda escucho las pisadas de un animal que se acercaba. Al voltear, descubrió a un enorme caballo blanco frente a él; lo montaba un jinete vestido de charro, que dejo a Carmelo quieto del miedo, pues la parte superior del cuerpo del jinete terminaba en los hombros ¡No tenía cabeza!

-¿Quién eres? –pregunto titubeante pero armado de valor -¿Por qué vienes o que quieres?
No hubo respuesta. Carmelo empezó a sudar. Quería moverse, pero no podía. Ver un jinete sin cabeza era un hecho espeluznante que jamás se le hubiera ocurrido y que lo había dejado de una pieza.



Entre las ramas del árbol solo se oía el sonido del viento. En eso, se escuchó una voz que venía de quien sabe dónde, pero parecía que salía de la tierra porque era hueca y tenebrosa.

-Soy Joaquín Murrieta, de seguro que has oído hablar de mí. Vengo a confiarte un secreto.
-¿Qué es lo que quieres? –dijo Carmelo con voz angustiada
-Escucha con atención lo que voy a decirte: en esta parcela enterré un magnifico tesoro y quiero dártelo, pero con una condición.
-¿Cuál? –pregunto Carmelo
-Solo tú puedes desenterrarlo. Nadie, absolutamente nadie más debe hacerlo, porque aquel que lo haga caerá muerto como la lluvia del cielo y tu junto con él.

La voz se fue apagando, y en un abrir y cerrar de ojos el descabezado desapareció con todo y caballo. Carmelo se quedó tan asustado como sorprendido; con sus piernas temblando y con una terrible palpitación que lo ahogaba, se subió a su troca y se dirigió al pueblo.

Cuando llego, el espanto se la había vuelto tanta emoción que a todos los que veía les platicaba su aventura y su buena suerte. Reunió las herramientas que necesitaba y regreso a la parcela. Pero no volvió solo; lo acompañaba un grupo de hombres.

A Carmelo no le importo que destruyeran su sembradío, ya que todos lados hacían hoyos con picos y palas; al cabo de unas horas, uno de ellos grito que había dado con algo. Rápidamente se fueron todos de ese lado del terreno y escarbaron. Sus rostros estaban llenos de felicidad. Encontraron costales con abundantes monedas, cadenas, anillos y otros objetos de oro y plata. Brincaban y gritaban haciendo bulla, pero no les duro mucho el gusto, pues un jinete sin cabeza montando un gran caballo blanco apareció entre ellos.

Entonces Carmelo se acordó de la advertencia de Joaquín Murrieta; sin embargo, ya era demasiado tarde. El jinete sin cabeza dio una orden a su caballo, este pateo la tierra y el tesoro empezó a hundirse llevando tras de sí a todos los hombres que estaban ahí, quienes entre gritos de espanto y desesperación luchaban en vano por salvar la vida.

Carmelo le suplico que no lo hiciera, que no los castigara solamente a él y no a aquellos inocentes, pero fue inútil. En uno segundos no quedaba nadie, solo Carmelo y el jinete, que desapareció sin decir nada.

Apesadumbrado y triste, Carmelo regreso a su casa sin decir nada a su esposa, se sentó en la entrada y no se movió más. Así pasaron los días sin que Carmelo quisiera hablar, ni comer ni salir de su casa. Se fue secando y secando hasta que se murió.  Nadie supo de lo ocurrido.

Se dice que Joaquín Murrieta sigue cabalgando por aquellas tierras en busca de alguien a quien darle su tesoro.




Espero que les haya gustado la leyenda de “El jinete sin cabeza” y por ultimo si conocen una leyenda parecida a este o cualquiera que sucede en su ciudad, déjame abajo en los comentarios.





¡Dulce o truco!





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